En su camino a ser mamá, Mikaela se convirtió inesperadamente a una paciente de nutrición parenteral

Mikaela es una enfermera titulada, esposa y madre de Lincoln, en Nebraska. Decidió ser enfermera porque le interesaba muchísimo el campo médico y quería dedicar su vida a un fin importante. Admite que le gusta la organización y planificar las cosas con antelación en todos los aspectos en su vida. Así que cuando ella y su marido, Brandon Hellevang, decidieron tener un bebé, Mikaela pensó que estaba bien preparada.

“Estaba tomando vitaminas prenatales, alimentándome bien y haciendo ejercicio; incluso acababa de correr una media maratón”, cuenta Mikaela. “Era el 11 de septiembre, una fecha fácil de recordar, cuando nos enteramos de que estaba embarazada; estábamos eufóricos y empezamos a planificar toda nuestra vida”.

A las seis semanas de embarazo, Mikaela empezó a padecer de hiperémesis gravídica (HG), algo que cambió el curso de su embarazo y sus perspectivas como enfermera, esposa y madre. Si bien las náuseas matutinas suelen desaparecer al final del primer trimestre, la HG suele durar más tiempo y provocar náuseas y vómitos persistentes, extremos, que pueden producir deshidratación y pérdida de peso.i

Al principio, Mikaela pensaba que estaba teniendo solo náuseas matutinas y trató de sobrellevarlas lo mejor posible. Cuando la gravedad de esta afección aumentó, sus médicos le dieron varios medicamentos para ayudarle a controlar las náuseas y los vómitos. Pero, eso no bastó.

“No podía comer, beber ni siquiera respirar hondo sin sentir náuseas”, añade Mikaela. “Sabía que tenía un problema y necesitaba ayuda”.

Como enfermera, Mikaela se dio cuenta de que necesitaban trabajar con sus prestadores de servicios médicos para adoptar otro tratamiento. Se puso manos a la obra para tener el control de su propia salud y tras hablar con el médico e insistir, este le indicó unos análisis de laboratorio. Mikaela recuerda que llamó al hospital para saber los resultados y que la enfermera le dijo que hiciera las maletas para pasar una estadía larga en el hospital.

Con desnutrición grave y solo ocho semanas de embarazo, Mikaela ya había perdido unos 11 kilos cuando ingresó en el hospital. Estaba cada vez más claro que Mikaela estaba teniendo algo más grave que náuseas matutinas. Recuerda: “El médico me dijo que estaba muy preocupado y yo pensaba, yo también, porque estaba desnutrida y realmente sentía que me iba a morir”.

Tras hablar con su médico y encontrarse con el nutricionista del hospital, Mikaela pidió que le dieran una terapia de nutrición parenteral (NP). Como enfermera, sabía lo que era la NP, que es una terapia intravenosa que puede incluir un equilibrio de proteínas, carbohidratos, lípidos (grasas), electrolitos, vitaminas y oligoelementos para pacientes que no pueden ingerir o absorber alimentos por vía oral o entérica (mediante sonda).

“Recibir nutrición parenteral me salvó la vida”, añade Mikaela. “Ya no sentía que me iba a morir. Tenía físicamente suficientes calorías y nutrientes para ponerme de pie otra vez y para alimentar a mi bebé”.

Recibir nutrición parenteral me salvó la vida. Ya no sentía que me iba a morir. Tenía físicamente suficientes calorías y nutrientes para ponerme de pie otra vez y para alimentar a mi bebé.

Mikaela, Paciente de nutrición parenteral y enfermera titulada

Mikaela, una enfermera titulada, esposa y madre, disfruta de cuidar a la gente y tener un impacto positivo en la vida de los demás. Tras un embarazo traumático, Mikaela aprendió a defender su propia atención médica, con nutrición parenteral intravenosa cuando una HG grave le impedía consumir alimentos. Mikaela, quien es ahora más fuerte a nivel profesional y personal gracias a su experiencia, ayuda a promover una mayor educación sobre la HG.

Mikaela pudo continuar la terapia tras dejar el hospital con un programa de NP domiciliaria. La terapia de NP de Mikaela le proporcionó las proteínas, aminoácidos, electrolitos y lípidos necesarios para llegar a la semana 12 de su embarazo, cuando finalmente pudo empezar a tolerar pequeñas cantidades de comida.

Mikaela siguió luchando contra la HG durante todo el embarazo, por lo que tuvo que volver varias veces al hospital y hacer mucho reposo. Gracias al apoyo de su marido, sus padres y el equipo de maternidad de alto riesgo del hospital, la fuerza y la determinación de Mikaela le ayudaron a cumplir su sueño y el de Brandon de tener un bebé sano.

“Sabía dentro mío que mi bebé estaba listo y, al mismo tiempo, sabía que mi cuerpo ya no podía aguantar más”, explica Mikaela. “Mi médico estuvo de acuerdo y, a las 36 semanas y dos días, nació Breck, un bebé sano, y desde entonces siempre ha estado en perfecta salud.

“Breck es un pequeño muy feliz, lleno de vida, que ama a su mamá, el básquet y el Tren Thomas”.

La recuperación de Mikaela fue una batalla física y mental. Participó en la terapia durante varios meses tras el embarazo por un diagnóstico de estrés postraumático debido a los eventos traumáticos que tuvieron lugar durante esas 36 semanas. También tuvo que recuperarse físicamente no solo de los efectos normales del embarazo, sino también de los estragos que la HG había dejado en su cuerpo. Dos años después, Mikaela dice que finalmente está cerca de volver a ser el 100 por ciento la que era antes.

“Esta experiencia me ha enseñado tanto a nivel profesional, como enfermera, y personal,” afirma Mikaela. “Comparto mi historia para contribuir a generar consciencia en los prestadores de servicios médicos y las mujeres que pueden estar pasando por algo similar a lo que yo pasé, pensando que están solas y reaccionando de manera exagerada a las náuseas matutinas. No están solas”.

iHiperémesis gravídica. MedLinePlus. Consultado el 19 de agosto de 2016.